La Valquiria, la segunda de las cuatro obras que conforman el monumental ciclo El Anillo del Nibelungo de Richard Wagner, es la ópera que vio al compositor afirmar su teoría de la “Gesamtkunstwerk”, una nueva forma de concebir y presentar la música. Según Wagner, la humanidad sólo podría ser liberada si se unieran todas las artes para crear una nueva forma de experiencia cultural.
No es por tanto sin una cierta ironía que Wagner, basándose en una leyenda nórdica, nos muestre a los dioses atrapados por sus propias reglas. En La Valquiria, el amor incestuoso entre Sigmundo y Siglinda obliga a su padre, el dios Wotan, a matar a su propio hijo y a petrificar, literalmente, a otra de sus hijas, Brunilda. Los actos de Wotan se ven impulsados por su deseo de poseer el anillo de los nibelungos, pero la búsqueda de éste conlleva el riesgo de destruir a su familia.
Es sabido que, en la película Apocalypse Now, Francis Ford Coppola tomó la poderosa música que acompaña La cabalgata de las valquirias para crear una de las escenas más emblemáticas del cine. Sólo podemos preguntarnos qué habría inventado Wagner si hubiese tenido a su alcance el séptimo arte. Su uso de leitmotivs para introducir a los personajes específicos es precisamente el método utilizado en la actualidad por John Williams, uno de los compositores para la gran pantalla más importantes de hoy en día.
Estrenada en el Teatro Nacional de Múnich el 26 de junio de 1870, La Valquiria no fue representada como parte del ciclo de El Anillo del Nibelungo hasta la edición inaugural del Festival de Bayreuth entre el 13 y el 17 de abril de 1876. Algunos, preocupados por la duración de sus partes constituyentes, temían que incluso una música tan gloriosa como la de Wagner no pudiese mantener la atención de su audiencia.
Pero, en realidad, La Valquiria, representada ahora en la Ópera del Estado de Viena, es una ópera que no querrán que termine nunca.