Sigfrido, tercera parte de la tetralogía operística El anillo del nibelungo de Richard Wagner, marca el momento de la historia en el que la humanidad comienza a hacerse cargo de su propio destino.
Privado de todo conocimiento sobre el mundo exterior, Sigfrido vive bajo la protección del enano Mime. Pero pronto comprendemos que su guardián es el hermano de Alberich, el enano que cometió el acto insidioso del robo el oro del Rin y el cual puso en marcha los acontecimientos de la saga completa.
Mime trata de forjar una nueva arma con los restos de Nothung, la espada del padre de Sigfrido destruida por el dios Wotan. Con ella, Sigfrido debería poder derrotar a Fafner, el gigante convertido en dragón, y recuperar el anillo que Alberich hizo con el oro robado. Mime ansía el poder que el anillo otorgará a quien lo posea.
Wotan revela que Mime es un charlatán. Sigfrido forja él mismo una nueva Nothung y mata a Fafner, así como a Mime tras enterarse de que éste pretendía traicionarle. Pero a Sigfrido no le interesa el anillo. En su lugar, descubre a Brunilda, la valquiria a la que Wotan convirtió en piedra. Liberada del hechizo por Sigfrido, Brunilda debe elegir entre el amor o la inmortalidad.
Sigfrido, representada ahora en la Ópera del Estado de Viena, fue estrenada en el Teatro del Festival de Bayreuth (Bayreuther Festspielhaus) el 16 de agosto de 1876 como parte de la première del ciclo de El anillo del nibelungo. Reconocer a Sigfrido como una personificación del nuevo amanecer para la humanidad iría en contra de los acontecimientos que tienen lugar cuando el relato épico de Wagner llega a su fin en la última parte de su saga, con la ópera El ocaso de los dioses (Götterdämmerung).
A pesar de que el mensaje del compositor parece sugerir que la realización completa es difícil de alcanzar, la búsqueda del nirvana del propio Wagner nos ha dejado una de las músicas más celestiales jamás escritas.