La magia de las marionetas y la música de Wolfgang Amadeus Mozart ocupan un lugar especial en el corazón del pueblo checo. Por ello, no es de sorprender que Don Giovanni, una obra que no fue estrenada en Austria sino en la capital del antiguo Reino de Bohemia de los Habsburgo, tenga un papel tan preponderante dentro del repertorio del Národní divadlo marionet, el Teatro Nacional de Marionetas de Praga.
Mozart era un maestro en el arte de sorprender y podemos suponer que, dada la confianza que había ganado tras el gran éxito de Las bodas de Fígaro en Praga el año anterior, estaba dispuesto a presentar otro gran triunfo teatral. Don Giovanni es una obra que va más allá de los límites y que, gracias a su emocionante escena final, todavía tiene el poder de sorprender al público hoy en día. Don Giovanni, el antihéroe de la ópera, es un libertino que causa enormes estragos en las vidas de los que le rodean hasta que el fantasma de una de sus víctimas regresa para llevar a cabo una terrible venganza.
El público de Praga aclamaba a Mozart, el genio de Salzburgo, como si fuese uno de los suyos. La puesta en escena de la première de Don Giovanni en el Teatro de los Estados el 29 de octubre de 1787 fue algo importante no sólo para el empresario del teatro sino para el país en general; una declaración de intenciones que confirmaba el lugar de Praga como uno de los más importantes centros de ópera del mundo.
En la misma época en la que Mozart componía y ofrecía representaciones para las élites de Praga, los trovadores del campo de los alrededores iban de pueblo en pueblo con sus propios espectáculos de marionetas. A lo largo del siglo XIX y hasta bien entrado ya el siglo XX, sus entretenimientos desempeñaron un papel importante en la conservación de la lengua, las costumbres y el folclore de un pueblo sacudido por los tumultuosos acontecimientos que estaban transformando Europa. La tradición que iniciaron formó la base de una forma de arte que se ha afianzado en la República Checa más que en ningún otro país del continente.
En su brillante adaptación de Don Giovanni, el Teatro Nacional de Marionetas, que fue establecido en 1991 y que se ha convertido en parte integral de la cultura checa, celebra a la vez a Mozart, el hijo adoptivo más famoso de la ciudad, y el amor de su gente por el arte de las marionetas, una tradición de varios siglos por la que Praga es reconocida a nivel mundial.