La huella indeleble de la Revolución Francesa en la historia de la humanidad ha inspirado innumerables adaptaciones e interpretaciones artísticas. Gloriosa, inspiradora, aterradora y sangrienta a la vez, está llena de anécdotas apasionantes y episodios singulares que, todos juntos, la convierten en un acontecimiento fuera de lo común. Uno de estos episodios históricos constituye la base de Diálogos de carmelitas (o Dialogues des Carmélites, según su título original en francés), ópera dramática con libreto y música del compositor francés Francis Poulenc. Centrada en 16 monjas carmelitas que mueren durante el periodo del Terror, esta obra explora temas como el de la fe, el ritual, la violencia y el estoicismo. El vívido lenguaje musical de Poulenc ha dado a Diálogos de carmelitas un notable poder de permanencia desde su estreno en italiano en la Scala de Milán el 26 de enero de 1957, y en francés en París el 21 de junio de 1957. Esta temporada, la Ópera del Estado de Viena cuenta la apasionante historia de las carmelitas.
El origen de la ópera de Poulenc se remonta a la novela alemana Die Letzte am Schaffot (o La última del cadalso) de Gertrud von Le Fort. Philippe Agostini se inspiró en ella para crear el guion de una producción televisiva, y Georges Bernanos se encargó de escribir los diálogos. Este último lo hizo tan bien que Francis Poulenc se sintió obligado a convertir dichos diálogos en ópera, para la cual escribió tanto el libreto como la partitura. La acción se sitúa en la Francia postrevolucionaria de 1794, en los momentos más oscuros del Terror, cuando las guillotinas funcionaban a todas horas. Sus protagonistas son 16 monjas carmelitas que se niegan a renegar de su fe y van contra el nuevo poder del pueblo. Juzgadas y declaradas culpables de actividades contrarrevolucionarias, las religiosas podrían enfrentarse a una brutal ejecución.
A pesar de, o quizá más correctamente, gracias al interés que muestra por la vida conventual y el catolicismo, la ópera Diálogos de carmelitas de Poulenc es una experiencia única en su género. El lenguaje musical distintivo del compositor transmite la emoción contenida y el sufrimiento noble que conlleva la devoción religiosa. Aunque la partitura está destinada a una orquesta completa, Poulenc varía hábilmente las diferentes secciones y utiliza a menudo pequeños grupos de instrumentos para acompañar a los cantantes a fin de subrayar la belleza y el carácter conmovedor de sus melodías. La escena de la ejecución final es particularmente inquietante y efectiva, proporcionando un clímax apropiado que los espectadores de la Ópera del Estado de Viena guardarán en su memoria por largo tiempo.