La flauta mágica es una obra que sigue hechizando tanto al público como a los artistas. Esta ópera, aunque más correctamente deberíamos decir “singspiel”, es a veces considerada como una apología de la superioridad de la razón sobre la superstición, pero lo más interesante es la manera en la que Wolfgang Amadeus Mozart y su colaborador Emanuel Schikaneder, autor del libreto, nos hacen dudar sobre si realmente una domina a la otra.
En realidad, la vida es más complicada que todo esto; y no es de extrañar, por tanto, que los temas de esta obra continúen fascinando a escritores de diferentes culturas, desde el actor y director de cine británico Kenneth Branagh, hasta el ilustrador japonés Yoshitaka Amano.
Seductora comedia negra cuyos personajes pertenecen al mundo de los cuentos de hadas, La flauta mágica nos muestra cómo la Reina de la Noche pide al Príncipe Tamino y a su compañero, Papageno, que rescaten a su hija Pamina de las garras del malvado Sarastro y su siervo Monostatos. Como muestra de buena fe, Tamino recibe una flauta mágica que le protegerá. Al llegar al Palacio de Sarastro, Tamino recibe otra versión de los acontecimientos, según la cual Sarastro es el protector de Pamina. El príncipe debe decidir a quién creer, a Sarastro o a la Reina de la Noche, y acepta superar tres pruebas para ganar la mano de Pamina.
La historia muestra la maestría de Schikaneder, quien exige a sus personajes que estén preparados para tener una confianza ciega a fin de que el bien triunfe sobre el mal. Lo que precisa de grandes esfuerzos del poder del pensamiento racional. Esta deliciosa ironía no podía escapársele a un genio como Mozart. En La flauta mágica, está claro que el compositor se deleita complementando la demanda de Schikaneder, que necesita que dejemos de lado nuestra incredulidad, e impone a los solistas unas proezas musicales al límite de lo que el público de finales del siglo XVIII creía que fuese posible.
Terminada antes que La clemencia de Tito, pero última ópera de Mozart en ser estrenada, La flauta mágica fue representada por vez primera el 30 de septiembre de 1791 en el Theater auf der Wieden (teatro que sólo existió unos pocos años) de Viena, con Schikaneder interpretando el papel de Papageno y Mozart dirigiendo (y seguramente sonriendo durante toda la representación). Muchos creen que La flauta mágica era la ópera favorita de Mozart; de lo que no hay duda, en todo caso, es de que se trata de su ópera más famosa.
En esta ocasión, este singspiel, una obra de arte mágica, es representada en el escenario de la Ópera Popular de Viena.