La viuda alegre, la opereta ligera de Franz Lehár, no ha dejado de atraer al público desde su première. Tras su estreno el 30 de diciembre de 1905 en el Theater an der Wien, La viuda alegre fue representada por toda Austria para pasar seguidamente a Hamburgo, Berlín y Budapest y convertirse inmediatamente en un éxito internacional. Cabe señalar su primera temporada en Londres, donde obtuvo un éxito espectacular. Más de cien años después, esta obra sigue llenando las casas de opereta de todo el mundo.
El Barón Zeta es el embajador del país ficticio de Pontevedre en París; Hanna Glawari es una joven viuda increíblemente rica, también de Pontevedre. Para evitar que ésta se case con un extranjero y pierda así la fortuna que ha heredado de su difunto marido, el barón hace de celestina entre Hanna y su antiguo amante, el Conde Danilo; así, la fortuna quedaría en Pontevedre y salvaría al país de la ruina.
La trama se complica rápidamente. Danilo no está interesado en volver a encender la llama de su amor por Hanna, mientras que la esposa del barón, Valencienne, está interesada en el agregado francés Camille, el Conde de Rosillon. La pérdida de un abanico en el que pone “Te quiero” y una cita amorosa en una casa de verano enredan a todos los personajes en una farsa que casi ve a Danilo convertirse en el escolta de Valencienne y al Barón pretender casarse con Hanna.
La viuda alegre no es una obra para ser tomada en serio, y por ello se disfruta todavía más de ella. Irreverente y con glamour, esta opereta es como una fiesta tras otra, llena de música, baile y diversión; ¡incluso hay un baile de cancán! No hay ni muerte ni tragedia en esta obra. Y, a pesar de que el destino político de una nación entera está en juego, es la diversión la que nos ofrece la historia que importa.
A pesar de su maravilloso don para la melodía, Lehár no pretendió crear una gran música. El genio del compositor lo encontramos más bien en el homenaje que hace a algunas de las mejores tradiciones de la ópera buffa, reinventándolas para sus contemporáneos, al mismo tiempo que restaura el valor de la opereta vienesa. No podía haber mejor escenario para acoger La viuda alegre que el de la Ópera Popular de Viena, teatro que ha defendido el género de la opereta desde que abrió sus puertas a punto de iniciarse el siglo XX.