Fue un descubrimiento fortuito lo que llevó a Benjamin Britten a escribir Peter Grimes, su primera ópera y la obra que confirmaría su reconocimiento internacional.
Viviendo en el exilio en Estados Unidos, Britten se encontró una copia de The Borough (El Burgo), colección de poemas escritos por George Crabbe en 1810, cuya acción transcurre en el sombrío ambiente costero del Este de Inglaterra, donde creció el compositor. Una mezcla de nostalgia y de identificación personal con la alienación resentida por el Peter Grimes de Crabbe, empujaron a Britten a componer una presentación musical a gran escala basada en el personaje.
Estrenada el 7 de junio de 1945 en el Sadler's Wells Theatre de Londres, la ópera de Britten enfrenta a su antihéroe homónimo con la comunidad en la que vive. Este pescador, que ha visto cómo uno de los muchachos de la ciudad a su cargo se ahogaba, despierta sospechas al intentar contratar a otro chico. Cuando su nuevo aprendiz muere en un extraño accidente, los hombres del Burgo se levantan contra Grimes, quedando sólo Ellen, la maestra, preparada para venir en su defensa.
Si bien Peter Grimes es una tragedia típicamente inglesa, es universal en el modo en el que representa a un hombre en desacuerdo con el mundo que le rodea. Es también una de las evocaciones más inquietantes jamás creadas sobre nuestra relación con el mar, con cada parte de la orquesta aportando su propio color a la paleta utilizada por Britten para crear su música.
Dado el estatus de Britten como objetor de conciencia, el éxito de Peter Grimes, estrenado un mes después del Día de la Victoria en Europa, fue una especie de reivindicación por sus creencias. Ahora, de nuevo en la Ópera del Estado de Viena, Peter Grimes nos recuerda, como ninguna otra obra del género, la brutalidad de la sociedad humana cuando las circunstancias ponen a sus miembros los unos contra los otros.